sábado, 16 de marzo de 2019

Es horrible sentir que no sentís.


Quizás en realidad sólo estas evitando sentir.

¿Cómo aprendes a procesar el revoltijo de tripas, las cosquillas en el fondo del estómago, el estrujar de tus pulmones, la carrera de tu sangre por las venas, el crujir de tus pensamientos atrás muy atrás de todo?
Que tus manos nunca están quietas y siempre buscan apretar, arañar, retorcer... y acariciar. 
Sé lo que me cuesta mirar adentro, y aceptar sin voltear las pocas cosas que acomodo. 


Busco con la misma prisa de mis ansiedades la libertad de mis sensaciones, con cada parte de esta estructura montada en movimientos transformadores. Pienso en una posible reconstrucción en esta cegadora confusión, con un pronóstico incierto pero positivo. 

La melodía inventada se ondula y pasa por ese espacio que voy dejando atrás en diferentes velocidades... ya pasó. No hay vuelta en el tiempo. 
Desintegro mi calma con esa frase. Me vuelvo temerosa y descuidada, cuantas veces más. 

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